8 de noviembre de 2015

Novelas del mar

Will Eisner, Moby Dick (1998)
Olivier Jouvray y Pierre Alary, Moby Dick (2014)
Go Fujio, Kanikosen (2006)

Las adaptaciones al cómic de obras literarias  constituyen un género propio, con algunos resultados muy destacables, como Las aventuras de Huckleberry Finn (L. Mattoti), Dr. Jekyll & Mr. Hyde (L. Mattoti y J. Kamsky), El Mago de Oz (E. Shanower y S. Young), En busca del tiempo perdido (S. Heuet), Niebla en el puente de Tolbiac (L. Malet) o Ciudad de cristal (D. Mazzuchelli y P. Karasik).
Moby Dick es, pese a su complejidad y extensión, una de las novelas clásicas a la que más autores se han acercado para recrearla en forma de narración gráfica. Luis Conde Martín reseña, en la imprescindible Graphiclassic nº 1, cuatro de esos intentos, los de Dino Battaglia, Paul Gillon, Chiqui de la Fuente y Bill Sienkiewicz.
Para esta tertulia hemos seleccionado obras diferentes, realizadas por una de las figuras básicas del cómic del siglo XX, Will Eisner, y por dos de los autores más importantes de la actual bande dessinée, Jouvray y Alary. Además, añadimos la adaptación al manga de la novela japonesa Kanikosen, que comparte con Moby Dick el escenario -un barco inmerso en una larga travesía por el océano, con rutas que se acercan- y algunos temas, pese a los cien años de distancia entre los sucesos que narran... Y es que, al trascurrir en espacios reducidos donde se agolpan los tripulantes y encontrarse lejos de las referencias sociales que se encuentran en tierra firme, la mezcla de aislamiento compartido y pérdida de privacidad individual permite reflexionar sobre qué es moral o no, a qué se aferran los personajes para dar sentido a su existencia y qué valor conceden a la vida humana.
Además, el Pequod es un ballenero y el Hakuko Maru un cangrejero; es decir, naves al servicio del sistema económico, factorías móviles. Sin embargo, tanto Ahab como Asakawa están movidos por el odio y un anhelo irracional: la venganza que vuelve ciego al primero, un absurdo sentimiento de grandeza nacional en el segundo.
¿Y las diferencias? Seguramente hablemos de ellas en la tertulia, así como de preferencias personales. Un solo apunte: el color del mar refleja el distinto tono de las tres versiones. Para Eisner, el mar mantiene un color verde azulado tan clásico como la estructura de la historia (las páginas de seis viñetas son el resultado de reutilizar un storyboard para un proyecto televisivo que no llegó a realizarse). En la obra de Jouvray y Alary, el protagonista acaba siendo un mar de sangre. Go Fujio, en cambio, nos muestra aguas grises y metálicas, como el acero de las fábricas.