16 de octubre de 2022

Europa del Este

Igort, Cuadernos ucranianos (Quaderni Ucraini, 2010)
Jan Novák y Jaromír 99, De momento, bien (Zatím dobry, 2018)

Es inevitable que la actual guerra en Ucrania nos haga mirar con interés la historia contemporánea de Europa del Este, intentando encontrar información que nos ayude a construir un relato explicativo. Por eso, es importante advertir que el pasado no determina por completo el presente, y que los dos cómics leídos constituyen acercamientos inevitablemente parciales hacia realidades amplias y complejas, incluso cuando se esfuerzan por reflejar de manera fiel las fuentes primarias.
En cualquier caso, las coincidencias con el hoy (topónimos que ahora nos resultan familiares, el papel tradicional de Ucrania como fuente de cereales para la exportación, las variables económicas en la toma de decisiones geopolíticas sin tener en cuenta los graves perjuicios a la población) suponen una advertencia (lamentablemente estéril) para no repetir errores y un toque de atención sobre las consecuencias siempre negativas de la violencia y los totalitarismos.
Ambas obras se acercan de forma diferente a las consecuencias de la opresión generada por el régimen soviético en la antigua República Popular de Checoslovaquia y la actual Ucrania. Como adaptación de la novela escrita por el guionista del cómic, los autores checos optan por centrar sus páginas en personajes que reúnen las características arquetípicas del héroe: orígenes -padre que les inspira con su valentía ante la invasión nazi; madre abnegada, que apoya incondicionalmente a sus hijos y sufre en silencio-, carácter -los protagonistas son inteligentes, atractivos, impulsivos, valientes- y conducta -lealtad fraternal y con los compañeros, liderazgo, maduración progresiva-.
Pasé casi dos años entre Ucrania, Rusia y Siberia, recogiendo las palabras de testigos y supervivientes de un pasado terrible que hoy [2010] se encuentran desorientados, protagonistas de un presente aún más incierto.
Espero que los recuerdos de los ucranianos ayuden a comprender mejor la situación de un país en el que un presente inquietante ha sustituido al terrible legado estalinista, donde los asesinatos ocupan el lugar de los gulags y reina la corrupción.
Busqué un tono que dejara traslucir humanidad y respeto, ya que los relatos de las personas de carne y hueso  que conocí son, en mi opinión, importantes por sí mismos. Es un libro participativo que, inevitablemente, acaba intentando responder -a partir de la experiencia cotidiana de esos mil protagonistas invisibles de la historia que son los hombres y mujeres de a pie- a la pregunta: veinte años después de la caída del Muro, ¿qué queda de esta epopeya feroz hecha de grandes esperanzas e inmensas tragedias colectivas?
Sin embargo, Igort emplea un acercamiento similar al que conocimos en Cuadernos japoneses. El autor recopila, a modo de diario gráfico, aquello que más le ha afectado en su estancia en el país -en este caso, una cotidianeidad dolorosa por inconcebible-. Aquí, los nombre propios recogidos por la historiografía son herramientas inhumanas del poder, las personas hasta entonces sin nombre reciben reconocimiento como víctimas inocentes de un sistema atroz y el número que representa a todas las desaparecidas es una pregunta abierta sobre su destino y el sinsentido de tanto sufrimiento. Si antes señalaba que el pasado general no explica todo el presente político, aquí las vivencias individuales son una sombra trágica que se proyecta sobre el destino de aquellos a los que se da voz.
De momento, bien está construido "desde dentro” y parece destinado a fortalecer la identidad nacional, mientras que Cuadernos ucranianos es el fruto de una mirada “desde fuera”, centrada en el dolor que provoca descubrir cómo el ansia de dominio genera un dolor sin límites, aún más espantoso por burocratizado, y nos recuerda que la pobreza extrema sin mecanismos de protección que la palien nos animaliza. Cada lector debe valorar qué enfoque le parece más interesante.
En cuanto al aspecto gráfico y el ritmo narrativo, en algunas ocasiones el cómic checo consigue romper cierta rigidez en la composición y las transiciones, que limita el dinamismo de las escenas de acción. Es en el retrato de espacios y medios de transporte cuando Jaromír 99 brilla más, al asemejarse a las xilografías de Frans Masereel. También destaca el uso del color rojo en la parte final de la obra, que recuerda al constructivismo aplicado a la cartelería propagandística soviética.
Igort, por su parte, combina álbum ilustrado y viñetas, además de una gama cromática más amplia, sin perder el aspecto de boceto y notas elaboradas durante un viaje.
Destacan las referencias al Guernica de Picasso, que se integran perfectamente en el relato, quizá porque ambos son reflejo de la violencia más cruda y deshumanizada. Tampoco parece casual la semejanza de la portada al cartel y títulos iniciales de Anatomía de un asesinato, realizados por el diseñador gráfico Saul Blass e influenciado a su vez por la Bauhaus y, nuevamente, el constructivismo ruso.
Una segunda edición, aparecida en Italia en 2014 y subtitulada Le radici del conflitto, añadía material relacionado con la guerra ya iniciada en ese momento. Recientemente, el autor ha publicado la segunda parte de la obra,  que se gestó en las redes sociales y está centrada en la situación actual.