25 de enero de 2022

Capital de posguerra

Carlos Giménez, Barrio 2 y 3 (2005, 2006)
Teresa Valero, Contrapaso. Los hijos de los otros (Contrapaso. Les enfants des autres, 2021)

Madrid y los años 50, el "decenio bisagra" con el que finalizó la primera etapa de la dictadura franquista, son el marco común de Barrio y Contrapaso.
Carlos Giménez (nacido en Lavapiés-Embajadores) y Teresa Varelo (de Carabanchel Alto) nos acercan aquella época, marcada por la connivencia entre el Estado y la estructura de la Iglesia católica, la continuidad de la represión, la impunidad policial y las torturas, las diferencias de clase entre vencedores y vencidos en la Guerra Civil, la escasez en los barrios populares o la carencia de oportunidades para las mujeres.

Las fuentes de los relatos son distintas: como en buena parte de sus obras, Giménez se basa en la experiencia directa para construir un retrato social; Valero realiza un amplísimo trabajo documental para crear una ficción donde lo que puede resultar inverosímil al lector contemporáneo que desconozca ese periodo histórico son, precisamente, los episodios más dolorosos y reales.
Barrio se acerca al costumbrismo a través de la mirada del niño y, sobre todo, en las páginas que retratan a distintos tipos sociales de la época, actualizando los cuadros de costumbres de la prensa del siglo XIX. Contrapaso, por su parte, utiliza con mucha habilidad los recursos de la novela y el cine negro surgidos en el XX -suspense, diseño y desarrollo de personajes, etc.-.
A nivel técnico, nos encontramos con un autor que utiliza, como en el resto de su obra, el blanco y negro, los lápices y la pluma. Ella, con una significativa carrera previa en el mundo de la animación, la ilustración y el cómic -guion y/o dibujo-, se sirve de herramientas digitales y emplea la luz y los colores para dotar de una atmósfera distinta a cada escena.


Sin embargo, ambos consiguen transmitir dinamismo en los cuerpos y las acciones a través de la fluidez del trazo, la expresividad de los rostros y las composiciones de página. Fruto de una capacidad compartida de observación, estos recursos contribuyen, cuando se trasladan al papel, a retratar con la misma eficacia y carga emocional la desigualdad e injusticia generadas por unos seres humanos sobre otros a los que consideraban indignos de vivir en libertad, o a los que, por desprecio, deseaban mantener invisibles.
Tanto en una como en el otro, el barrio y la ciudad, La Gran Vía y los vertederos, los cafés y las pequeñas tiendas, representados en detalle, actúan no solo como contexto, sino como un personaje más.

Entre Barrio 2 y 3, publicados con solo un año de diferencia, encontramos algunas diferencias en la forma de narrar. Los protagonistas infantiles se transforman en adolescentes, la vida en la calle pierde parte de su protagonismo, las magistrales composiciones de páginas sin viñetas y el entrelazamiento de las historias se transforman en una cuadrícula clásica y episodios divididos de manera más clara. Sobre todo, gana peso el dramatismo explícito, especialmente en Aquello.



Contrapaso
, además de contener un homenaje a uno de los capítulos del Barrio original (1977), es un excelente ejemplo, como ya hemos señalado, del uso de los recursos narrativos del género negro. Combinando acción, humor, tensión romántica, drama y terror, mantiene un ritmo constante, sostenido por los avances en la investigación, que huye de la sucesión de clímax y antíclimax tan propios de la narrativa y, sobre todo, el cine comercial actual.
Teresa Valero sabe sacar partido al arquetipo de personajes opuestos que comienzan a colaborar en una investigación, dotándolos de un pasado significativo y un carácter lleno de matices, además de hacer evolucionar su relación (rechazo, silencio, descubrimiento, intimidad) de manera inteligente. Tanto protagonistas como unos bien definidos secundarios tienen profundidad y atractivo suficientes para una continuación que ya se ha anunciado. No parece casual que esta segunda parte vaya a abordar el mundo del cine y la censura de la época: Los hijos de los otros recupera en su guion y viñetas la expresividad, concisión y claridad narrativa de las películas clásicas.


En conclusión, proponemos para la tertulia dos obras que reivindican la importancia de compartir la memoria propia y recuperar la ajena, del arte y el periodismo como vehículos para acercarse a un pasado que, cada vez más, se intenta esconder, manipular o aprovechar en beneficio de intereses particulares.