24 de enero de 2016

Otras visiones de Estados Unidos

Howard Zinn, Mike Konopacki y Paul Buhle, Una historia popular del Imperio Americano (2008)
Fermin Muguruza, Harkaitz Cano y Dr. Alderete, Black is Beltza (2014)

Mientras leía los cómics de este mes, recordé una frase que se atribuye a Mark Twain: "La historia no se repite, pero rima". Walter Benjamin fue más allá cuando escribió que el tiempo está lleno de fantasmas y que estos, vengan del pasado, del presente o del futuro, siempre se comportan igual.
Y es que ambos autores comparten con Howard Zinn una historia personal marcada por la guerra, un antibelicismo militante basado en sus convicciones éticas y la conciencia de que las sociedades han ido actualizando conductas basadas en la dominación, el desprecio al diferente y la violencia.
Es obvio que las dos obras propuestas tienen muchas diferencias. La de Zinn es una adaptación de un extenso ensayo y mantiene una estructura similar a Rupay, un cómic sobre la violencia en el Perú de los años 80 que ya pasó por nuestra tertulia; el primer cómic de Muguruza es, por su parte, una obra original mucho más breve. Si la primera se centra en dos siglos de historia con un estilo a veces denso, la segunda es una ficción que transcurre en dos años a ritmo sincopado. El profesor tiene una clara intención educativa, mientras que el artista crea un thriller de espionaje donde incluye referencias al papel de distintos grupos armados y de las grandes potencias durante la Guerra Fría.
Pero también hay coincidencias temáticas, como las referencias al racismo institucional norteamericano de los años 60, la oposición popular a estas políticas, la música como reivindicación identitaria y/o punto de encuentro entre distintas clases sociales o las intervenciones de los Estados Unidos en el extranjero -el asesinato del Che Guevara por la CIA, el Programa de Contrainteligencia del FBI- bajo la consigna de que "El imperio invisible debe seguir siendo invisible", como nos recuerda uno de los malos de Black is beltza. Los dos autores comparten también un cierto sentido romántico, que mantiene la esperanza en nuestra capacidad para mejorar las desigualdades sociales.

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