19 de febrero de 2022

Adaptaciones: distopías

Tim Hamilton, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (Ray Bradbury's Fahrenheit 451: The Authorized Adaptation, 2010)
Nominado en 2010 al Premio Eisner a la Mejor Adaptación
Ryan North y Albert Monteys, Matadero Cinco o La cruzada de los niños (Slaughterhouse Five or the Children's Crusade, 2020)
Nominado en 2021 al Premio Eisner a la Mejor Adaptación

Distopía. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.

Género político de la ciencia ficción que describe con detalle e intención crítica la estructura de sociedades imaginarias del porvenir peores que, y nacidas de, aquellas que viven los lectores (Francisco Martorell, Contra la distopía)
Hemos seleccionado dos brillantes adaptaciones de relatos ya clásicos, pero... ¿se trata realmente de distopías, teniendo en cuenta las posibles definiciones del género?

Matadero Cinco
(Kurt Vonnegut, 1969) retrata de forma satírica las décadas centrales del siglo XX, en torno a un hecho histórico que cobra valor simbólico como consecuencia y reflejo de los males de la sociedad occidental contemporánea. La novela original incluye solo una breve -pero también significativa- referencia a un futuro muy próximo en el que los Estados Unidos han sido desmembrados y han sufrido un ataque nuclear... además de desvelar cómo termina el Universo ("So it goes")
Farhenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) se asemeja demasiado al presente. Ahora, y quizá desde siempre, lo importante queda tapado en los grandes medios por una acumulación de sucesos accesorios; las trasgresiones del orden establecido, presentadas como amenazas para las personas "de bien", se traducen en espectáculos (y la vuelta al orden refuerza ante el público el papel protector de la autoridad). Las pantallas se multiplican y crecen, favoreciendo un modelo de consumo pasivo y una falsa (porque no existe vínculo real) sensación de comunicación y participación; cualquier colectivo que practique conductas censuradas puede ser perseguido; el pasado se reescribe y niega... E, incluso, los libros se queman o se limita su acceso a ellos; por ejemplo, en 1973 más de treinta ejemplares de Matadero cinco acabaron en la pira de un instituto -registro de taquillas incluido- tras las quejas de un alumno por el supuesto tono obsceno de la obra.
 
Para el escritor Horacio Vázquez Rial, "ni las utopías positivas ni las negativas fueron nunca utopías en sentido estricto. Quiero decir que es en general falso que esas proyecciones sociales con envoltorio literario o filosófico no tuvieran lugar y debieran necesariamente ser carne de futuro". Escritos en circunstancias políticas complejas en Estados Unidos -la caza de brujas de McCarthy para Bradbury, la guerra de Vietnam y la llegada al poder de Nixon para Vonnegut-, ambos relatos lanzan una mirada crítica sobre el presente a partir de un futuro imaginado y/o un ahora visto desde una perspectiva que problematiza la realidad.
Sin embargo, los autores van más allá de mostrar un presente distópico -valga el oxímoron ahora que sabemos que todos los momentos suceden al mismo tiempo-. Hay esperanza y propuesta de alternativas positivas en sus relatos: la del reencuentro con la memoria compartida y la comunicación real en Fahrenheit 451; Vonnegut, por su parte, reflejó en Matadero Cinco la locura (posible en su protagonista e indiscutible en las decisiones políticas) como eficaz alegato antibelicista, porque necesitaba confiar en la posibilidad, siquiera remota, de un cambio.
En cualquier caso, nos encontramos con novelas que sugieren muchos caminos para la reflexión y el debate -por ejemplo, las semejanzas y diferencias entre sus protagonistas, el origen y significado de su desorientación-. Seguramente podamos identificar y recorrer algunos de ellos durante la tertulia.

Quería adaptar Fahrenheit 451 como una fábula moderna, así que evité usar ese estilo hiperrealista tan popular en los cómics actuales. La historia se desarrolla en una ciudad y un periodo de tiempo desconocidos, y mi intención era reflejar esa ambigüedad.
Hamilton limita la paleta de colores (gris, verde, azul), utiliza tonos apagados y da protagonismo a las sombras para generar imágenes acordes con el tono de la historia y sus personajes. El fuego (amarillo, naranja, rojo) no es tanto una fuente de luz como una amenaza, un monstruo hostil con tentáculos, garras y voluntad propia... salvo en la hoguera final, donde transmite intimidad y unión. En este sentido, las viñetas de Fahrenheit 451 consiguen dar protagonismo a las propiedades físicas de sus elementos -el agua, las hojas, los libros, la frialdad, tensión o calidez de los cuerpos- y amplifican las reacciones emocionales de los protagonistas.
Aunque el resto no han sido traducidas al castellano, la novela gráfica forma parte de un proyecto que también adaptó a este formato Crónicas marcianas y La feria de las tinieblas.

Gran parte del trabajo consistió en concebir vías para plasmar en el lenguaje del cómic cosas que se expresaban de otra manera en prosa. El recortable de Weary, la doble página del libro tralfamadoriano, las cajas de texto que tapan los diálogos de Derby, la forma en que se mostramos la película al revés de Billy: todas son soluciones a ese problema que solo pueden encontrarse en este medio.
Entrevista a Ryan North en The Beat
Desde el punto de vista estructural, poder ver a los personajes y lo que llevan puesto hace que los saltos temporales sean más fáciles de recorrer sin perderse (...) Además, Albert los dibuja con tanta empatía y humanidad que cobran vida de una manera imposible para la prosa (...) En la novela de Vonnegut [los libros de Tralfamadore] se describen como párrafos cortos e independientes, que al ser tomados en conjunto forman una imagen nueva y única, mayor que la suma de sus partes. Eso me suena a cómic, paneles individuales que trabajan juntos.
Entrevista a Ryan North en BNP
Seguramente, Albert Monteys era, tanto por intereses previos como por afinidad narrativa, el dibujante más adecuado para trasladar la sátira de Matadero Cinco (y quizá lo sería para obras emparentadas de alguna forma con ella, como Trampa 22 o El arco iris de gravedad). En varias entrevistas desgrana el proceso creativo y soluciones narrativas utilizadas -composiciones de página, combinaciones de estilos y subgéneros como las tiras de prensa, el pulp o el cómic experimental, paletas de color, uso de los rótulos, transiciones, etc.-, donde demuestra su magistral manejo de los recursos propios del cómic, siempre para dotar de mayor claridad y expresividad a la historia.
Imprescindible la conversación mantenida en el podcast Papel de chicle, donde se analiza con el autor la posibilidad y naturaleza de las adaptaciones, la importancia de la novela original y este cómic.

Tras la lectura de ambas obras, ¿dónde creéis que radica el valor de sus adaptaciones? ¿Van más allá de la traslación a imágenes de las obras originales? ¿Refuerzan su significado original y aportan nuevas líneas de interpretación?

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