Claire Fauvel y Julia Billet, La guerra de Catherine (La Guerre de Catherine, 2017)
Prix Jeunesse en el Festival de Angoulême 2018
Jen Wang, El príncipe y la modista (The Prince and the Dressmaker, 2018)
Prix Jeunesse en el Festival de Angoulême 2019
El mes pasado, pocas semanas antes de que se celebrara su edición 2025, comentamos obras que habían recibido el Premio del Público en el Festival de Angoulême. Ahora, cuando acaba de finalizar, dedicamos la tertulia a otros dos cómics galardonados. Esta vez con el Premio Joven, otorgado por alumnado entre una selección previa de las publicaciones del año anterior. La estructura y número de los premios ha ido cambiando, pero muestra la importancia que este evento da a la producción infantil y juvenil.
Tras la lectura de ambas novelas gráficas, ¿consideráis que la etiqueta de «literatura juvenil» puede limitar el alcance de algunas obras? ¿Se trata de relatos que también pueden interesar al público adulto? ¿Darán lugar a interpretaciones diferentes según la edad de sus lectores?
La guerra de Catherine nos acerca, en su dimensión histórica, a las consecuencias de la ocupación nazi de Francia y al papel de la resistencia, que se atrevió a negarse activamente a lo inaceptable. Pero sobre todo es un relato de iniciación y, por tanto, su vertiente personal es la protagonista; a través de la mirada y el crecimiento de Rachel / Catherine, subraya la importancia de la educación -el profesorado decide enseñar en vez de huir, promover la autonomía del pensamiento frente a la obediencia ciega- y el arte como vías de acercamiento al mundo, relatando el proceso de construcción de la identidad personal en un contexto que intenta anularla.
La generosidad de muchos personajes secundarios convierte un relato cargado de privaciones y amenazas en una historia positiva, donde la esperanza puede convivir con la incertidumbre, las separaciones y pérdidas. El dibujo, con sus tonos pastel y trazo redondeado, las suaves acuarelas de los fondos, los espacios en blanco llenos de luz e incluso la tipografía elegida contribuyen eficazmente a trasladar tanto una recreación fiel de la época como el optimismo de fondo del relato.
No podía resistirme a ambientar un romance de cuento de hadas en París, pero también porque esa época [1830] en particular es muy interesante. Muchos de sus cambios tecnológicos (grandes almacenes, transporte público) y sociales (clase media emergente, capitalismo) abrieron el camino a nuestra sociedad moderna. Me pareció adecuado situar la historia en un momento a caballo entre ambos mundos, en el que se puede entender aquel del que proceden los padres de Sebastian, pero también ver cómo la generación de este va a crecer en una sociedad completamente nueva.Para Sebastian, la moda significa ser visto físicamente y reconocido como la persona que se siente en su interior. Para Frances, se trata de una expresión creativa y de poder manifestar algo de su propio yo en un objeto. Ambos se sentían aislados en sí mismos, así que unirse es lo que les permite florecer.
Entrevista a Jen Wang en BookTrib.
El príncipe y la modista puede recordar a Piel de hombre, otra novela gráfica galardonada en Angoulême por el público juvenil. Temáticamente, por su acercamiento a la discusión sobre las relaciones entre identidad e imagen y sus consecuencias sociales. En lo narrativo, por transformar con humor recursos propios de los cuentos tradicionales, lo que abre la puerta a giros argumentales que aportan aún más valor a la obra.
La crítica coincidió de forma unánime al valorar la calidad de este relato, en el que Sebastian y Frances -que, como en el cómic anterior, protagonizan un viaje de búsqueda de su propio yo y hacia la adultez- comparten secretos, valores e ideales, la sensación de que no se encuentran en la posición que desean y un proceso de clarificación de sus propias emociones e identidad.
Huyendo de la típica historia de amor, ambos protagonistas encuentran algo igual de importante: la posibilidad de reconocerse en los ojos del otro, gracias a una mirada que va evolucionando con el paso de las páginas.
Además de reflexionar sobre la diversidad, Jen Wang nos presenta una historia en la que se habla de familia, dignidad y las dificultades que surgen al tomar decisiones que afectan a otras personas a las que se valora. Un cuento de hadas de elementos clásicos, sí, pero nada simplista en su moraleja, acompañado de un dibujo, dinamismo en los movimientos de los personajes, color y composiciones de página que le dan un ritmo contemporáneo.