18 de enero de 2020

Superman

Jeph Loeb y Tim Sale. Superman: Las cuatro estaciones (Superman for All Seasons #1-4, 1998)
Mark Millar, Dave Johnson y Kilian Plunkett. Superman: Hijo Rojo (Superman Red Son #1-3, 2003)

Desde su primera aparición como personaje de cómic en 1938 (su origen es anterior), se han publicado ininterrumpidamente aventuras protagonizadas por Superman.
Más de ochenta años de éxito en la cultura popular conforman una tradición base que intenta sistematizar y dar coherencia al presente, pasado y futuro del héroe. La famosa continuidad se convierte así en la referencia a partir de la cual construir nuevos relatos.
Las cuatro estaciones e Hijo Rojo se acercan desde sentidos opuestos a esta orientación. La primera intenta recuperar el espíritu original del kriptoniano e idealiza una época luminosa y un entorno en el que las relaciones de proximidad, una vida consciente de los cambios en la naturaleza y el lento paso del tiempo permiten a las personas construir certezas y una identidad amable. La segunda, por el contrario, plantea una oscura ucronía de carácter político.
Sin embargo, ambas historias dependen de esa tradición consolidada, reinterpretando a los personajes desde puntos de vista diferentes (por ejemplo, Lana Lang o Pete Ross / Pyotr Iosif Roslov). En este sentido, si no se está familiarizado con el imaginario del kriptoniano, conviene acercarse en primer lugar a la obra escrita por Jeph Loeb, totalmente clásica en su concepción.

La distancia entre las dos novelas gráficas está en el tratamiento del propio Superman. Comparten, es cierto, las dudas sobre cómo y con qué fines deben utilizar sus capacidades (¿dónde se encuentran los límites de lo lícito para alguien casi todopoderoso?). Al mismo tiempo, también les preocupa no ser capaces de hacer lo suficiente o lo que necesita la humanidad; a ambas versiones les consume en algún momento la ansiedad culpable, una compulsión irracional que persigue lo imposible: "podría haber hecho más" "Y si encuentro el modo... no sé, de ayudar a cuanta gente sea posible".
Las diferencias comienzan a reflejarse en el talante con el que abordan las amenazas. Las dos historias recuperan el episodio clásico en el que Superman desvía un cohete, pero en Hijo Rojo muestra una arrogancia lejana a su carácter tradicional: "elegí la opción más emocionante. Entendedme. Entonces, los poderes aún eran nuevos para mí".
Y la principal divergencia está en la propia concepción de la naturaleza básica del héroe. El Superman clásico, como señala esta reseña, no ha venido a salvar o liderar, sino a inspirar y ayudar a encontrar un camino ético. El camarada Superman se aleja de esa premisa y acaba dando rienda suelta a su poder de intervención sobre el mundo.

En cuanto a lo formal, las dos son series limitadas que utilizan la figura del narrador protagonista y se articulan en capítulos diferenciados no solo por la trama, sino por el clima emocional y la curva de ascenso, caída y renacimiento.
Seguramente por su intención e influencias clásicas, Las cuatro estaciones es un relato más convincente y estable en el tono. En Hijo Rojo chirrían algunos elementos -un Luthor excesivo, la sombra de obras como Watchmen o El regreso del caballero oscuro, el retrato estereotipado del régimen soviético- pero gana interés cuando, en su parte final, abandona el juego de referencias con la iconografía superheroica y se lanza a relatar el enfrentamiento entre dos sistemas tan globales como imperfectos, ahondando en la distopía.

No solemos conceder espacio en la tertulia al cómic de superhéroes (la anterior ocasión fue en 2016, cuando tuvimos nuestro particular enfrentamiento entre los Batman y Superman de Grant Morrison).
Esta es una buena oportunidad para acercarse a obras que combinan el interés comercial con visiones complementarias sobre el icono heroico por excelencia a cargo de figuras del medio.
Loeb y Sale, protagonistas de los años 90, optan por acercarse desde la dimensión personal, mostrando una comunidad que acoge y protege. Millar, que marcó la evolución del medio en la primera década del siglo XX y el actual cine del género, se centra en lo político, con una sociedad en la que los individuos, a cambio de cierta seguridad material, deben plegarse a las decisiones del sistema.

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