12 de agosto de 2024

Premio Nacional de Cómic

Paco Sordo, El pacto (2021)
Borja Gonzalez, Grito nocturno (Nuit couleur larme, 2021)
En años anteriores, hemos comentado en la tertulia obras galardonadas con el Premio Nacional de Cómic; por ejemplo, Ardalén (Miguelanxo Prado, 2013), Las Meninas (Santiago García y Javier Olivares, 2015), Lamia (Rayco Pulido, 2017) o Estamos todas bien (Ana Penyas, 2019). Iniciamos la temporada 2024-25 con los dos más recientes, que muestran cómo se pueden compartir elementos -tragedia y comedia, fantasía alucinatoria u onírica, representaciones de la cultura popular- mientras se recorren caminos diferentes para hablar del sufrimiento personal, los anhelos individuales, las dinámicas de relación o la creación artística.
Se trata de cómics con un ritmo que invita a leerlos de un tirón, mientras reivindican y aprovechan su naturaleza de artificio literario para generar varias capas de significado que justifican su relectura.
(...) por el ejercicio de genealogía del medio, que nos retrotrae a la época Bruguera y por proyectar ese legado hacia el presente y el futuro. Por su guion original y trepidante que supone un auténtico homenaje al cómic español. Existen pocas obras más singulares e indicativas de los tiempos extraños que vivimos que este artefacto, en apariencia humorístico y en el fondo de profundo calado existencial. La obra juega con maestría con la realidad y la ficción, además de ofrecernos una edición coherente con la propuesta del autor.
Antes de El Pacto, la historia de la editorial Bruguera -la empresa más importante del cómic español durante varias décadas- había generado la novela gráfica El invierno del dibujante (Paco Roca, 2010), ensayos como 100 años de Bruguera. De El Gato Negro a Ediciones B (Antoni Guiral, 2010) o Auge y caída de una historieta (Pablo Vicente, 2016), el documental Generación B. Los últimos cómics de Bruguera (José Guerrero, 2019) y la película El gran Vázquez (Óscar Aibar, 2010).
Este interés se ve reflejado en el Premio Nacional 2022, un metacómic -tebeo que habla sobre tebeos- cuyas páginas (la apariencia del papel, las tramas de color, las tipografías) reflejan esa realidad pasada.
A través de un dibujo que, sin dejar de recordar directamente a las creaciones de la época, parece compartir algo del estilo de las series animadas infantiles de las últimas décadas -en las que Paco Sordo ha desarrollado parte de su carrera-, asistimos a una combinación de comedia enloquecida y tristeza amarga.
El ficticio Miguel Gorriaga, tan víctima como verdugo, mantiene una trayectoria con algunos puntos de contacto -en sus semejanzas y diferencias- con el caricaturista Jack Kalloway (Kalo) de La vida es buena si no te rindes (Seth, 1993-1996). Ese juego compartido con lo verosímil permite a ambos autores superar la anécdota y, además de retratar las condiciones laborales del momento y la lógica de esta industria, dejarnos pensando en lo que mueve a crear y en los puntos de contacto entre vida y obra -algo que Vázquez rechazaba en sus declaraciones-.
¿Funciona El Pacto especialmente con quienes leímos de niños los viejos tebeos de Bruguera (DDT, Pulgarcito, Copito, Olé...)? ¿Es importante conocer sus códigos y sentir nostalgia de esa época para conectar con la historia, pese a que nos hable de muchas más cosas?
(...) por la lírica, el surrealismo y por un trabajo gráfico de una gran elegancia y exquisita belleza con la que su autor construye un álbum tan divertido de leer como profundo y fascinante. Una obra de carácter neogótico en la que destacan la fuerza y la vitalidad de sus protagonistas femeninas.
Aunque puede leerse de manera independiente, Grito nocturno forma parte de una serie de obras (La Reina Orquídea, The Black Holes y El pájaro y la serpiente) que comparten características gráficas -en evolución, eso sí-, escenarios (presentados como no-lugares), el tono poético, los intereses narrativos y el diálogo entre imaginación y realidad... Además de un personaje, Teresa, que genera-modifica su universo en función de sus deseos, aunque no parece tener un control totalmente consciente de todo lo que sucede. Si la protagonista-autora es el reflejo de Borja González-autor, puede funcionar como una metaficción que representa el proceso creativo.
Más que yendo a la caza de explicaciones o de las múltiples referencias culturales de la obra -que han sido las del propio autor-, conviene acercarse a esta historia con actitud abierta. Algo parecido a lo que plantea C. S. Lewis en La experiencia de leer: «Debemos empezar por dejar a un lado, en lo posible, nuestros prejuicios, nuestros intereses y nuestras asociaciones mentales (...) Lo primero que exige una obra de arte es una entrega. Mirar. Escuchar. Recibir».
Así nos aseguraremos disfrutar, sentir y pensar con una fábula sobre la memoria y el olvido, la soledad y el encuentro, la necesidad de conectar con otras personas y el miedo a perderlas, el no sentirse cómodo en ningún sitio pero seguir buscando un hogar.

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