Alan Moore y Brian Bolland, Batman: La broma asesina (Batman: The Killing Joke, 1988)
Jeph Loeb y Tim Sale, El largo Halloween (Batman: The Long Halloween, 1996-1997)
Alan Moore durante la década de los ochenta (Capitán Britania, Superman: El hombre que lo tenía todo, Superman: ¿Qué fue del hombre del mañana?) y Jeph Loeb en los años noventa y principios de siglo (Batman: Victoria oscura, Superman: Las cuatro estaciones, Hulk: Gris, Daredevil: Amarillo, Spiderman: Azul, Batman: Silencio) representaron, junto a otros autores, un intento de ampliar el horizonte temático y discursivo del cómic de superhéroes.
La broma asesina se aproxima al terror gótico; incluye ambientes decadentes materializados en un escenario de pesadilla, emociones extremas que conducen a la locura, mujeres víctimas de abusos o una estructura narrativa que inserta otras historias dentro de la principal. El largo Halloween bebe del cine negro norteamericano previo al código Hays, marcado a su vez por las sombras y ángulos de cámara del expresionismo alemán. Pero ambos ofrecieron relatos sobre el origen de algunos personajes —Joker y el preludio a Bárbara Gordon / Oráculo en la primera historia; Dos Caras en la segunda— que respetaban la tradición previa sobre el mundo de Gotham.
En las dos hay una reflexión, más o menos subrayada, sobre el papel de la locura en la conducta de héroes y villanos, así como acerca de la interdependencia entre unos y otros y el mandato de respetar la ley. Sin embargo, quizá es el relato de Moore el más sugerente. Por ejemplo, la idea de que la identidad es fruto de la máscara y no de la persona o la hipótesis sobre que la pérdida de la familia (la esposa, el futuro hijo) del Joker motiva su agresión a Barbara Gordon. Sobre todo, la última escena añade un nuevo elemento a la relación complementaria entre villano y salvador: no están destinados a destruirse movidos por el trauma y la violencia, sino que se reconocen iguales desde el absurdo y la risa (o a lo mejor es que solo les queda reír con resignación ante su locura compartida...). Aunque descubrir que la primera y la última viñeta son la misma nos recuerda que, en el particular mundo de los superhéroes, todo se repite.
En el apartado gráfico, Brian Bolland demuestra su capacidad para transmitir significados a través de las composiciones de página, las transiciones / paralelismos entre viñetas, el uso de las perspectivas y el color (el propio dibujante lo recoloreó en 2008 con tonos más apagados).
A su vez, Tim Sale también aprovecha los contrastes —luz y oscuridad, primeros planos y planos generales— como elemento narrativo, mostrando su interés por el uso de detalles significativos —especialmente útiles en un relato detectivesco—, el énfasis en las características físicas que pueden definir con más claridad la esencia de los personajes y la expresividad de los rostros («Jeph Loeb nos dijo una vez a Matt Wagner y a mí: "Vosotros no finalizáis las caras". Matt se echó a reír y contestó: "Hay dos ojos, una nariz y una boca. ¿De qué estás hablando?" "Ya sabes, las líneas que otros dibujantes ponen ahí". Si puedes dibujar una cara y decir si está enfadada o feliz, mejor calla y...»). Como detalle curioso, es daltónico, por lo que «no pienso en las combinaciones de colores sino en el ambiente que transmiten, en el tono de la historia. Por eso siempre le paso muchas notas al colorista».
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Una invitación al debate... Tras abandonar oficialmente el cómic en 2016 («Les tengo cariño a esos personajes [los superhéroes] por lo que fueron para mí cuando tenía trece años, fueron diseñados y creados de forma brillante. Pero eso fue hace cincuenta años. Creo que el siglo necesita, merece, su propia cultura (…) Se merece a artistas que intenten decir cosas que son relevantes en los tiempos que estamos viviendo. Es una forma de decir que estoy realmente aburrido de Batman.») Alan Moore ha multiplicado sus críticas a estos protagonistas y, sobre todo, a cómo han sido utilizados por la industria editorial y cinematográfica. ¿Estáis de acuerdo con su punto de vista?:
Quisiera señalar que, salvo por un puñado de personajes no blancos (y creadores no blancos), estas historietas y personajes icónicos siguen siendo los sueños supremacistas de la raza dominante. De hecho, pienso que se puede considerar El Nacimiento de una Nación, de D.W. Griffith, como la primera película estadounidense de superhéroes, y el punto de origen de todas esas capas y máscaras.Empire Magazine (2019)No me interesan los superhéroes, fueron algo que se inventó a fines de la década de 1930 para los niños y son perfectamente buenos como entretenimiento para niños. Pero si intentas hacerlos para el mundo de los adultos, creo que se vuelve algo grotesco.Deadline (2020)Pienso que no, los cómics no lo han hecho [madurar]. Hay unos cuantos números que tenían un tono más adulto a lo que se acostumbraba, pero la mayoría han tenido el mismo tono de siempre. No era que las historietas estuvieran madurando, sino que estaban respondiendo a la edad emocional de su público.The Guardian (2022)(...) los efectos corrosivos de estos personajes [los superhéroes]. Por un lado, son una gran excusa. Pueden resolverlo todo de inmediato. Tienen poder, pueden hacer cualquier cosa. La mayoría de las veces lo que hacen es meterse en peleas. Tienes que pensar que, para gran parte del público, supone la idea de ser invulnerable de alguna manera, y tener una ventaja sobre otras personas. Quiero decir que esa es la raíz de en lo que se han convertido los superhéroes. No creo que siempre haya sido así. Creo que, en el caso particular de Superman, dos adolescentes de clase trabajadora de Cleveland en medio de la Gran Depresión crearon un personaje que representaba el empoderamiento de una comunidad de clase trabajadora.
Era inmigrante, como la mayoría de ellos, pero no estaba obligado a vestirse con los monótonos colores marrones y grises de la mayoría de la gente en las colas de pan de los años treinta. Vestía con brillantes colores primarios y podía saltar por encima de las calles que ellos tenían que recorrer a duras penas en busca de trabajo. El primer Superman golpeaba a los rompehuelgas y arrojaba por el aire a un casero de los barrios bajos. Obviamente, ese Superman no duró mucho. Muy pronto fue arrebatado a sus creadores y convertido en un personaje mucho más respetable socialmente, de clase media e inclinado a la derecha.
Los superhéroes, cuando los leía, eran una enorme ayuda para mi imaginación. Me daban ideas con las que jugar que no habría tenido en ningún otro sitio, y eso era estupendo. Pero eso era cuando se dirigían a los niños. Incluso cuando empecé a trabajar en este campo, al principio pensaba: «Vale, el público al que me dirijo tiene entre 9 y 18 años», y escribía historias que consideraba apropiadas para esa edad. Más tarde, pensé «vale, esto quizá sea para jóvenes de13 a 25, más o menos». El público más joven no lee cómics. Su público no sólo está disminuyendo, sino que también está muriendo, porque en los años 80, todo el mundo decidió de repente, después de Watchmen: «Aaaah, así que el futuro de los superhéroes son estos personajes realmente oscuros y deprimentes en distopías post-apocalípticas.» Una vez que la gente dijo «los cómics no son sólo para niños», parecieron decidir que eso significaba que los cómics no son para niños en absoluto, y que son puramente para los adultos adictos que formaron su base de lectores en los años 60, 70, 80 y 90 (...)Cuando pienso en mi respuesta inicial a los superhéroes, ni siquiera sabía sus nombres, los identificaba por los colores de sus trajes. Era algo muy parecido a lo que ocurría con las canicas antiguas, en las que había remolinos de diferentes colores, que aún existían cuando yo era niño, en los años cincuenta. Con ellas, basándome en el color, daría nombres e identidades a estas canicas, simplemente por las combinaciones de colores. Recientemente he oído que ciertos colores y ciertas combinaciones de colores crean adicción. Esto explica por qué juegos como Candy Crush sean realmente adictivos siempre y cuando no los juegues en escala de grises. Si juegas en escala de grises, vas a perder el interés en unos 45 segundos, pero hay ciertos colores que te darán un poco de recompensa de dopamina. También he leído otro estudio sobre cómo una mente infantil puede ser marcada por un logotipo o un emblema. Un símbolo. Y me llamó la atención que básicamente los superhéroes, dado que sus personalidades y motivaciones e identidades pueden cambiar según el capricho de la empresa, se pueden reducir a una combinación de colores y a un emblema en el pecho.Creo que esto tal vez explicaría a los cincuentones y sesentones que siguen leyendo tebeos aunque sepan que nunca van a conseguir ese chute original de su infancia (...) Si Jack Kirby o Steve Ditko, o alguien que realmente era bueno en lo que hacía, te marcó, entonces, obviamente, tal vez sigas siendo adicto a Spider-Man cada mes, o a Los Cuatro Fantásticos, o a lo que sea, a pesar de que los artistas y escritores son completamente diferentes a cualquier cosa que hubiera sido aceptable en los años 60, cuando se crearon esos personajes.
Y creo que otra forma en que los superhéroes son dañinos es que sus valores parecen filtrarse en el mundo real. Todo el mundo quiere ser un superhéroe. Elon Musk solía enorgullecerse de la idea de que era el Tony Stark de la vida real, creo, como le llamaban sus admiradores. Incluso cuando Donald Trump lanzó sus criptomonedas hace unas semanas, vi que había hecho una de ellas con él mismo como un superhéroe con rayos en los ojos. El «sueño del superhéroe» es algo peligroso, porque esencialmente es fascismo.Screenrant (2023)