26 de octubre de 2023

George Orwell

Pierre Christin y Sébastien Verdier, Orwell (2019)
Fido Nesti, 1984 (2020)
 
Las adaptaciones de obras literarias al cómic, el género de ciencia ficción, el subgénero distópico y las biografías de novelistas y poetas han sido habituales en la tertulia cómic. Sin embargo, en menos ocasiones hemos explorado la relación entre autor y obra, la influencia de las experiencias vitales en sus creaciones.
Influida por el concepto de «muerte del autor» defendido por Roland Barthes, una parte de la crítica defiende que el análisis de una obra debe centrarse exclusivamente en su estructura, estilo, personajes, significados, etc., dejando de lado la vida de quien la ha escrito. Para este sector, la obra literaria constituye un mundo propio y autosuficiente. Al acercarnos a ella y construir, como lectores, su sentido, deja de tener cabida cualquier referencia a los motivos o intenciones del creador original.
Yo no lo tengo tan claro; otra cosa es afirmar que no debemos caer en la identificación automática entre creador y texto, como si lo que hubiese escrito fuera siempre un reflejo directo de su personalidad y opiniones. Quizá las dos novelas gráficas que comentaremos son un buen ejemplo de la relación directa entre vida y obra.
Es fácil establecer relaciones directas entre Orwell y 1984. Por ejemplo, el contexto histórico y político de la primera alimenta el retrato del Londres distópico: los bombardeos, las estaciones de metro como refugio, las alianzas cambiantes entre potencias en el marco de una guerra que parece eterna, las semejanzas entre el político ficticio Goldstein y la figura histórica Trostki.
También la ideología y experiencias de George Orwell se vuelcan en sus ensayos y ficciones: la existencia de pequeños grupos revolucionarios sin posibilidad de éxito -pero cuyas acciones son necesarias-, la apreciación de la naturaleza, la preocupación por la desigualdad y la pobreza extrema -vista desde alguien (Winston Smith / Orwell) que ocupa una posición intermedia, aunque precaria, en la estructura social-, la valoración positiva de las clases populares y el proletariado -en este sentido, la postura del autor coincide con las dudas sobre quién puede ser agente de cambio que, años después, plantearía Herbert Marcuse en El hombre unidimensional-.
 
 
¿Qué os parece el tratamiento gráfico tan diferente de ambos cómics? ¿El trazo limpio y realista de Sébastien Verdier, sus claras composiciones de página, casan con el tono histórico / didáctico de la primera? ¿Funciona igualmente bien el estilo de Fido Nesti para transmitir un clima emocional determinado, la desesperanza y la tensión constante? ¿Cómo valoráis sus alegorías visuales para representar conceptos? ¿Están bien integrados el abundante texto y las citas de las obras originales?
 
Christin señala que 1984 ha sido utilizada e interpretada como argumento por personas de ideologías opuestas (hace un año tuvimos un ejemplo de uso bastante torpe con aquel «La mentira o la posverdad nos esclaviza. Y de hecho podemos situar el nacimiento de la posverdad en aquella distopía escrita por Orwell allá por el año 84. Que como saben describe un régimen totalitario con toda su crudeza»). Sin embargo, es difícil encontrar ejemplos en los que esta novela haya servido para reflexionar sobre las carencias y peligros potenciales de nuestras propias convicciones e ideología.
¿Creéis que sigue vigente su análisis sobre los objetivos de las guerras, el retrato de las dinámicas sociales y las estrategias de control de la conducta? ¿Son la educación y la cultura -con la «viejalengua» que estructuraba un pensamiento libre-, unidas a unas condiciones materiales de vida adecuadas, garantía de autonomía?

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